Decadencias
Marcel Schwob, raro y fundamental.
Marcel Schwob (1867-1905) fue un clásico letraherido francés del decadentismo, de origen judío. Vivía en pequeños apartamentos llenos de libros y de cosas raras y le gustaba la vida literaria y la vida marginal, donde halló a una putita muy joven (la futura mitificada Monelle) a la que ayudó hasta que murió de tuberculosis. Cuando él estaba ya enfermo –una extraña enfermedad que le martirizó los últimos años de su vida y que le hizo adicto al éter y al opio- se casó, en 1900, con la actriz Marguerite Moreno, que le sobrevivió, volvió a Sudamérica, y llegó a ser una de las profesoras de francés de Victoria Ocampo.
Primer traductor de “La isla del tesoro” de Stevenson , se carteó con el autor escocés, aunque nunca llegaron a conocerse. A Schwob le gustaba la historia del argot en la lengua francesa, François Villon (sobre quien fue un especialista) y la literatura latina de la Antigüedad, así como cuanto mezclara ese gusto simbolista por lo refinado exquisito y también por lo prohibido. La editorial Páginas de Espuma, acaba de editar con el título “El deseo de lo único” una colección de artículos varios de Schwob, bien prologados, donde se ve el afán misceláneo de un autor cuyo cenit apenas duró siete años (de 1891 a 1899) por causa de la mentada dolencia fatal. De entonces sus libros fundamentales del período como “El libro de Monelle” (1894) que inspiraría cierto lirismo de Gide o “Vidas imaginarias” –biografías parcialmente inventadas- de 1896, que fue uno de los libros favoritos de Alfonso Reyes o de Borges. Al conjunto se pueden sumar cuentos excéntricos como los recopilados en “El rey de la máscara de oro” (1892) o ese librito muy breve y genial (basado en un hecho cierto) que fue “La cruzada de los niños” (1896). Mientras vivía, nadie dudó de que era un interesante escritor “menor” seducido por la rareza, la marginalidad y la erudición. Después de muerto (póstumo se publicó su estudio pionero sobre Villon) su fama, singular, no ha hecho sino crecer. Prácticamente toda su obra está traducida al español y en algunos casos por más de un traductor. Algunos títulos de los textos ahora recogidos nos dan sus claves: “La perversidad me seduce”,una conversación mantenida en 1891 con el crítico W. G. C. Byvanck. “El arte de la biografía” (prefacio a “Vidas imaginarias”). “François Villon” de 1892, uno de sus primeros textos sobre el poeta medieval. “San Julián el Hospitalario” de 1896, sobre la homónima narración de Flaubert. “El amor”, “El arte” o “La anarquía”, reflixiones de su tomo ensayítico “Spicilège” de 1896. (Espicilegio, cultismo por recopilación). Casi al fin, deseoso de ver los paisajes finales y la tumba de Stevenson, hizo un penoso viaje a Samoa junto a un criado chino llamado Ting. El opio no era difícil y dicen que Schwob –como Plotino- detestaba los espejos: carne mortal. Vió el verde monte Vaea y escuchó el verso de Stevenson: “Dicen que estás en las Islas de los Bienaventurados”. Esencial.